Llegamos a la isla de noche. Así que lo más cómodo era alojarse en la zona de Los Cristianos, cercana al aeropuerto. Esta es la zona más turística de la isla. Está llena de guiris y bastante masificada. Turismo de sol y playa a tope. Hoteles y más hoteles por todas partes.
Fue difícil encontrar un sitio donde no te clavaran como un michirón a la hora de desayunar. Pero lo conseguimos: la churrería Marcos. Escondida entre tanto alojamiento turístico este sitio ofrece chocolate y churros o café y tostada a precio de España y no de Inglaterra. Cargamos las pilas y cogimos el coche rumbo a los acantilados de Los Gigantes. Unas paredes rocosas de 600 metros de altura impresionantes.
Se pueden ver desde distintos miradores por el sur de la isla.
Pero nosotros queríamos verlos más de cerca. Nuestro destino era la playa de Los Guíos. Una playa de arena negra (quema muchísimo. Y cuando digo muchísimo es de verdad mucho. Imposible ir con chanclas. Mejor calzado cerrado), desde la que tienes unas vistas espectaculares. Si vais con tiempo incluso podéis reservar alguna excursión y acercaros en kayak a los acantilados. Nosotros nos limitamos a pegarnos un buen baño y disfrutar del paisaje.

Antes de irnos hacia el norte, donde teníamos nuestro alojamiento, repusimos fuerzas en el Barraquito. Lugar ideal para comer. Buenos precios y todo riquísimo. Está en el mismo acceso a la playa. Recomiendo probar los raviolis con setas, parmesano y nueces. Deliciosos.
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